Un solo detalle ha medio mandado a la porra la mejor adaptación de una película a videojuego que he visto en mi vida

Las adaptaciones de películas tienen un lugar muy especial guardado en mi corazón. Como niño del 95 que soy, viví la época dorada de las adaptaciones del cine al videojuego. Parece que es algo no solo extinto, sino que marcó una época que nunca volverá, al menos no con la misma fuerza. Pero lo importante es, ¿tuvieron el mismo éxito que sus homónimas? Ni mucho menos.

Hubo una curiosa tónica general para este tipo de videojuegos. Por un lado teníamos aquellas adaptaciones casi a escala 1:1 de la película que solo buscaron emular lo ya visto en el cine. Y otro grupo centrado en llevar al videojuego ese nombre comercial con historias paralelas, secuelas no oficiales o precuelas mucho menos previstas por el estudio. De hecho, Starship Troopers, el juego del que vengo a hablar —casi me parezco a Francisco Umbral con esa frase— tuvo un universo adyacente de versiones descafeinadas en forma de animación y videojuegos, y todas ellas tuvieron un enorme problema: su seriedad.

Muchas adaptaciones tomaron una errónea consciencia de sí mismas que incluso llegaron a pervertir la fuente. Ya hablé hace unos meses de King Kong y su adaptación —aunque solo por poner en perspectiva su DRM dañino— más seria y cruda que la película en sí, y Starship Troppers tuvo un solo camino: adaptar el estilo de Halo y Warhammer 40k con trazas de Call of Duty para todas sus adaptaciones siguientes. Ahora, tras haber jugado Starship Troopers: Terran Command, la obra de Robert A. Heinlein llevada al videojuego por The Artistocrats, tengo una mayor perspectiva de cómo un pequeño paso en falso podría haber convertido este juego en un desastre.

El estudio independiente podía haber apostado por un Command & Conquer serio, simple, duro y mortal; pero, para mi sorpresa, The Artistocrats ha sopesado esa crítica militarista y la ha incluido con el mismo espíritu gamberro de la adaptación al cine de 1997. El juego es, incluso, muy poco congruente consigo mismo. La primera misión —que actúa como tutorial de la experiencia jugable—, aborda el enfoque sórdido de la prensa de guerra como un espectáculo de conquista mientras una voz en off narra cómo la valentía de los hombres y mujeres del ejército está frenando a los arácnidos.

La realidad de lo que juegas es mucho peor. De hecho, esta misión es de retirada. Pasados pocos segundos de muerte y destrucción, el ejército se bate en retirada con el rabo entre las piernas mientras el mismo presentador afirma estar buscando una posición táctica. Es esa separación entre la realidad y lo que vemos en pantalla, esa burda sátira del decaimiento de Estados Unidos como potencia mundial vista y leída en el libro, la que marca el tono de la aventura.

Obviamente, esto fue una primera toma de contacto. Con 17 horas a mis espaldas de Starship Troopers: Terran Command puedo decir que la experiencia jugable no reinventa la rueda, incluso apoyo la opinión más detenida de Sergio Bosch en 3DJuegos sobre que estamos ante un juego algo justo. No obstante, esa poca congruencia comentada antes la vemos en lo jugable con un RTS mucho más clásico, de pequeñas escaramuzas y zonas que capturar/defender del ataque enemigo, mezclado con la duda de nuestro comandante sobre qué estamos haciendo en este planeta perdido de la mano de Dios.

La obra de Heinlein era incluso más sórdida que la vista en el cine, con un vistazo mucho más profundo a la política que el mismo autor detestaba durante la Primera y Segunda Guerra Mundial; mientras que su versión en fílmica llevó lo visto a terreno de Vietnam con una sátira muy bien llevada, aunque con un humor propio del espíritu yanqui que en sí es casi como otra parodia. Es ese mismo enfoque simplista y paródico, mezclado con el cinismo de la guerra lo que ha convertido de golpe y porrazo en Starship Troopers: Terran Command en la mejor adaptación de un videojuego que he visto.

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